"Lo perdimos todo. ¿Qué esperanzas puedo tener si no podemos ir a Estados Unidos?", se pregunta, angustiado, el cubano José Enrique Manresa. El hombre, de 47 años, se acaba de enterar de que, ocho días antes de terminar su gobierno, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, puso fin a los privilegios migratorios de los cubanos,quienes podían quedarse en EE.UU. sin necesidad de visado. Ocho días en los que José Enrique esperaba lograr pisar suelo estadounidense, luego de viajar 48 días por Sudamérica, Centroamérica y México junto a su hija, Arianne.
"De nada nos valió toda la travesía que hicimos, arriesgándonos en la vida, en la salud", le dice Manresa a BBC Mundo vía telefónica desde albergue "Jesús, el Buen Pastor" de Tapachula, en sureste de México. Manresa estaba ahí, con otros 20 cubanos, cuando se enteró de la noticia. "Hay una tristeza enorme. Nadie comió hoy. Todo el mundo está llamando a su familia, desesperados. Llamamos a los familiares que tenemos en Cuba y están dando gritos", le cuenta a BBC Mundo.
La desesperación se da porque, a partir de este jueves, los cubanos ya no tendrán el derecho de ingresar a suelo estadounidense sin visado y optar a la residencia legal después de un año, como se los permitía una orden presidencial vigente desde la década de 1990. Manresa, quien egresó de la universidad como licenciado en Economía y Finanzas, explica que ha trabajado desde los 22 años, siempre para el Estado cubano. Pero luego de 25 años de trabajo, su salario mensual como encargado de cinco almacenes de una empresa refresquera cubana, en la provincia de Matanzas, apenas equivale a US$20.
Como miles de cubanos, decidió salir de la isla para llegar a EE.UU. a través de un largo y riesgoso trayecto por el continente americano hasta la frontera sur estadounidense. "Tuve que vender todo, mi casa, mis electrodomésticos, y me quedé con deudas", dice de los US$10.000 que reunió para poder salir con su hija de Cuba. Llegó a Guyana Británica, desde donde pagó todo el dinero que tenía a "coyotes", las personas que movilizan a inmigrantes a través de las fronteras, para poder avanzar por Brasil, Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala y México. "Por ríos, cruzando por montañas, pasando hambre, frío, mojados, caminando días, por piedra, por laderas, con mucho peligro", describe Manresa su peligrosa travesía.
En su camino vio el cadáver de un muchacho de unos 25 años. También supo de una cubana que perdió a su niña al cruzar el río y ella también murió al tratar de rescatarla. Y dice que tanto policías como "coyotes" hacen que los migrantes pierdan su dinero y se pierdan entre sí, pues de un grupo de unos 150 cubanos que hubo en un momento viajando a México, a Tapachula solo llegaron juntos una veintena. Para muchos cubanos una travesía que dura normalmente pocas semanas, termina tardando meses al quedar varados en las fronteras de Centro y Sudamérica, donde las autoridades también han ajustado sus leyes para evitar la llegada masiva de migrantes de la isla.
El problema se agudizó durante 2015 y 2016, cuando miles salieron de la isla temiendo que la normalización de relaciones entre EE.UU. y Cuba, iniciada en 2015, derivara en la eliminación de su privilegio de entrada, lo que finalmente se dio este jueves. La Habana había señalado durante años a la política de EE.UU. como promotora de una fuga de cerebros e incentivo a la inmigración ilegal, la cual anima a los cubanos a arriesgar sus vidas y escapar por terceros países o por el mar en balsas improvisadas. Estadísticas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. muestran que, mientras en 2014 habían entrado al país menos de 25.000 cubanos, en 2016 habían ingresado más de 45.000. De ellos, poco más de 41.000 lo hicieron a través de la frontera estadounidense con México.
Manresa llegó este jueves a Tapachula, donde le dijeron que había unos 600 cubanos esperando un permiso migratorio para viajar por el país hacia Estados Unidos, pero la noticia de este día desplomó sus ilusiones. "Obama, porque ya se va, toma de repente la idea de derogar una ley que lleva muchos años y que ha favorecido a muchos cubanos. Pienso que se enojó con los cubanos, que es una represalia", dice sobre el voto cubano-estadounidense que favoreció al republicano Donald Trump en la elección presidencial de 2016. De la venta de su casa y sus posesiones y los préstamos para reunir los US$10.000, en Tapachula solo le queda a él y a su hija "una muda de ropa y un par de zapatos", por lo que la desesperanza está en su contra. "Una deportación sería ir a un centro de reclusión (en Cuba) sin haber hecho daño a nadie. No sabemos nada, no sabemos qué vamos a hacer", concluye.
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