Acompañado de su amante y camuflado como un soldado alemán, pretendía refugiarse en la Valtellina o huir a la cercana Suiza. La progresiva presión aliada sobre la Línea Gótica presagiaba un próximo derrumbe de la resistencia alemana en Italia y Mussolini, desde las orillas del lago de Garda, era muy consciente de ello. Su República Social Italiana, con capital en Saló, tenía los días contados y, probablemente, la única alternativa viable parecía la constitución de un último reducto fascista en Valtellina. El Duce jugaba por momentos con la idea de hacer de Milán un nuevo Stalingrado. Para ello imaginaba poder contar con la
colaboración de otros grupos fascistas, así como la posibilidad de llegar a un acuerdo con los aliados occidentales para sumarse a la que juzgaba inminente lucha contra el comunismo que amenazaba a Europa. Pero, al margen de las fantasías, Valtellina parecía el lugar idóneo para ofrecer una resistencia a ultranza que hiciese a los aliados proclives a una negociación. Si todo iba mal, siempre podría pasar a la cercana y neutral Suiza.
colaboración de otros grupos fascistas, así como la posibilidad de llegar a un acuerdo con los aliados occidentales para sumarse a la que juzgaba inminente lucha contra el comunismo que amenazaba a Europa. Pero, al margen de las fantasías, Valtellina parecía el lugar idóneo para ofrecer una resistencia a ultranza que hiciese a los aliados proclives a una negociación. Si todo iba mal, siempre podría pasar a la cercana y neutral Suiza.
La huida
La desconfianza de los alemanes y la clara intención de éstos de abandonar Italia empeoraban aún más la situación del Duce. El 16 de abril tuvo lugar la última reunión del Consejo de Ministros en Saló, en la que Mussolini le comunicó a su gabinete que se dirigiría a Milán. En caso de necesidad, se trasladaría a Valtellina y allí intentaría ofrecer una resistencia temporal para poder negociar su rendición a las autoridades aliadas.
En Milán, tras varios intentos de contactar con americanos y británicos a través de intermediarios, entre ellos una alta figura eclesiástica, en la tarde del 25 de abril Mussolini, varios jerarcas fascistas y su amante, Claretta Petacci, salieron en varios vehículos en dirección al lago de Como. La columna, acompañada de una escolta alemana, tras detenerse en varias ocasiones, se dirigió, a lo largo de la carretera que bordea el lago, hacia el norte, camino de Valtellina y la frontera suiza, sorteando grupos de partisanos que aprovechaban el desgobierno reinante en la región.
Más tarde, a la caravana se le unió una columna de la artillería antiaérea alemana compuesta por unos 30 camiones y 170 hombres. A pesar del inesperado «refuerzo», la situación de los fascistas era más que incierta, pues las poblaciones del lago estaban llenas de partisanos de distintas facciones y el caos era total. En cualquier momento, la carretera podía ser cortada y, con ello, toda esperanza de alcanzar Valtellina.
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Fusilamiento
En la tarde del día 27, la columna se detuvo ante una barricada en las afueras de Dongo. Los alemanes negociaron su paso hacia el norte y el comandante alemán le ofreció a Mussolini la posibilidad de huir con ellos utilizando un capote alemán para pasar desapercibido, a lo que el Duce accedió. Varios jerarcas fascistas quisieron escapar pero fueron abatidos o apresados. Los partisanos comenzaron entonces a inspeccionar los camiones y pronto descubrieron a Mussolini, que fue detenido, mientras los alemanes continuaban su camino.
Los partisanos trasladaron al Duce y su amante en coche hacia el sur, deteniéndose poco después de Bonzanigo en la diminuta localidad de Giulino de Mazzegra. Mussolini y Claretta fueron llevados hasta una tapia y fusilados, en cumplimiento de una discutible sentencia de muerte dictada por el autotitulado Comitato di Liberazione Nazionale Alta Italia. Otros quince jerarcas fascistas fueron fusilados también en Dogo. Los cuerpos serían expuestos en la plaza Loreto de Milán. Inicialmente fueron tirados sobre el asfalto, donde la turba se ensañó con los cadáveres, hasta que fueron colgados por los pies en la marquesina de una gasolinera de la plaza. En ese lugar habían sido ejecutados quince partisanos un año antes.
La disolución de la República
El 25 de abril de 1945, mientras Benito Mussolini huía de Milán y los alemanes negociaban a sus espaldas la rendición de sus fuerzas armadas a los aliados, el Comitato di Liberazione Nazionale Alta Italia, formado por representantes de los principales partidos que se oponían al fascismo, proclamó la insurrección general en el territorio del norte de Italia, todavía ocupado por el ejército alemán, y ordenó a las fuerzas partisanas liberarlo antes de la llegada de los aliados occidentales. Además, el comité asumía “el poder en nombre del pueblo italiano” y decretaba la condena a muerte de todos los jerarcas fascistas. Este día, festejado como el de la liberación de Italia, desapareció de facto el último vestigio del fascismo, la Reppublica Sociale Italiana.
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