Porta Palabras: COSTUMBRES: El país europeo más triste y en el que nadie le desea un buen día

12/14/2016

COSTUMBRES: El país europeo más triste y en el que nadie le desea un buen día

Por lo general, desde pequeños, se nos inculca la importancia de estar feliz. O, al menos, de pretender estarlo. Es una forma de pensar que representa el emotÍcono feliz -del que dicen que fue inventado en Estados Unidos en 1963- y también expresiones vacías como "tenga un buen día". Pero en este país europeo nadie te dice que tengas un buen día. A nadie le importa si tienes un buen día porque lo más probable es nadie lo tenga. Si le preguntas a uno de sus ciudadanos qué tal está, la respuesta más entusiasta que puedes esperar es más
menos. Es difícil no darse cuenta de la la cultura melancólica de este país. La ves impregnada en las expresiones de la gente e incluso en las estatuas de las plazas de poetas taciturnos de su capital.

Se trata de Portugal, país triste que ocupa el puesto 93 de la lista de 157 países (justo detrás de Líbano) según el último Informe Mundial de la Felicidad de Naciones Unidas. Pero no sientan pena por los portugueses. Ellos están contentos con su descontento y, de una forma extraña pero inspiradora, lo disfrutan de verdad. Es fácil asumir que los portugueses son masoquistas, pero cuando uno pasa tiempo en ese país enseguida se da cuenta de que tienen mucho que enseñarnos sobre la belleza escondida e incluso el placer de la tristeza.

El plan de Emiratos Árabes Unidos para convertirse en uno de los 5 países "más felices" del mundo. La "tristeza alegre" de los portugueses se resume en una sola palabra: saudade. Es difícil no percibir el tono melancólico de la cultura portuguesa. No existe en ningún otro idioma y es intraducible; cada portugués que conocí me lo aseguró, antes de explicarme su significado. Saudade es un anhelo doloroso hacia una persona, lugar o experiencia que una vez nos causó alegría. Es similar a la nostalgia pero, a diferencia de ella, uno puede sentir saudade por algo que nunca sucedió y que, probablemente, nunca lo hará.

La esencia de saudade es un sentido de ausencia, una pérdida. Saudade, escribe la académica Aubrey Bell en su libro "In Portugal" (En Portugal), es "un deseo vago y constante de algo que no sea el momento presente". Es posible sentir saudade por cualquier cosa, me cuenta el escritor Jose Prata mientras almorzamos en el bullicioso mercado de Cais do Sodre, en Lisboa. "Incluso puedes sentir saudade por una gallina, pero tiene que ser la gallina adecuada". Lo que hace a la saudade tolerable e incluso agradable es que es "un sentimiento muy fácil de compartir", explica Prata.

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Un día, mientras me tomaba un espresso en la plaza Luis de Camoes, en el centro de Lisboa, conocí a Mariana Miranda, una psicóloga clínica. La persona perfecta, pensé, para explicarme la tristeza alegre de Portugal. La tristeza es una parte importante de la vida, me contó, añadiendo que no entendía por qué la gente intenta evitarla. "Quiero sentirlo todo de todas las maneras posibles. ¿Por qué pintar con un solo color?" Al ignorar la tristeza, me dijo, nos limitamos a nosotros mismos. "Hay mucha belleza en la tristeza".

Otro día conocí a un inspector de policía llamado Romeu. Me dijo que tenía días felices y días tristes y que los recibía a ambos de la misma forma. Cuando te enfrentas a un portugués infeliz, explicó Romeu, lo peor que puedes hacer es intentar animarlo. "Estás triste y quieres estar triste. Estás en la oficina y la gente trata animarte y uno piensa: 'No me hagan estar alegre. Hoy es mi día de tristeza placentera'".  

Muchos estudios sugieren que los portugueses están en lo cierto. Una investigación publicada en 2008 por la revista especializada Journal of Experimental Social Psychology encontró que la tristeza incrementa la memoria. En los días grises y lluviosos la gente retiene detalles de forma más vívida que en días soleados, dice el psicólogo australiano Joseph Forgas. Otro estudio afirma que la tristeza facilita la toma de decisiones.

Investigadores de la Universidad Libre de Berlín, en Alemania, entrevistaron a 772 personas en todo el mundo y descubrieron que la música triste "puede tener efectos emocionales positivos". Los autores del estudio, Stefan Koelsch y Liila Taruffi, creen que le permite a la gente "regular" sus estados de ánimo negativos. La música triste potencia la imaginación y evoca "un amplio rango de emociones complejas y parcialmente positivas", concluyeron.

Y los portugueses son especialistas en hacer música triste. En particular, el fado: melancolía hecha música. Fado significa"destino" y ahí reside su triste belleza; debemos aceptar nuestro destino, aunque sea cruel, y especialmente si es cruel. Este género musical se originó hace casi dos siglos en los barrios de la clase trabajadora de Lisboa. Las primeras cantantes eran prostitutas y esposas de pescadores que podían no regresar del mar.

Hoy es la banda sonora de la vida en Portugal. Lo escuchas y lo sientes en todas partes: en la radio, en salas de conciertos y, sobre todo, en las casas de fado. La mayoría de los cantantes son aficionados. Como Marco Henriques, quien trabaja como agrónomo de día y en un bar por la noche para llegar a fin de mes. "Puedes tener mala voz y ser un fantástico cantante de fado. El fado nace del corazón", explica. Unos días más tarde, en la costa de Estoril, al suroeste de Lisboa, me reúno con Cuca Roseta, una popular cantante de fado y una de las pocas que puede vivir de su música.

Prepara cada concierto con un minuto de silencio, una especie de rezo "antes de entregarse", me dice. "Es una música en la que te entregas; es un regalo de tus emociones y es muy íntimo". Roseta representa a una nueva generación de cantantes de fado. La melodía es tan melancólica como la del fado tradicional, pero las letras son algo más optimistas. ¿Tal vez una señal de que el amor de Portugal por la "tristeza alegre" está comenzando a decaer? Espero que no.


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