Una de las escenas típicas de las comedias de enredo en las que alguno de los protagonistas tiene un desliz amoroso es la de esconder al amante en un armario u otro lugar de la casa, para que el marido o esposa no lo descubran. Pero como suele suceder en tantas ocasiones, hay veces en los que la realidad supera (y con creces) la ficción. Este es el relato de un hecho verídico que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XX y en la que una mujer casada con un rico industrial decidió mantener una relación adúltera con un muchacho de apenas 17 años (al que prácticamente le doblaba la edad), llamado Otto Sanhuber, que trabajaba para su esposo. Lo asombroso del caso fue el
enganche emocional y sexual que la mujer, llamada Walburga Oesterreich (pero conocida cariñosamente como ‘Dolly’), sintió por el joven, hasta tal punto que necesitaba verlo y mantener relaciones a diario con él.
enganche emocional y sexual que la mujer, llamada Walburga Oesterreich (pero conocida cariñosamente como ‘Dolly’), sintió por el joven, hasta tal punto que necesitaba verlo y mantener relaciones a diario con él.
Para ello Dolly tramó un plan que, para ella, parecía perfecto: que Otto dejara el empleo y se trasladara a vivir a la buhardilla de su casa. De este modo podrían verse a diario y cuantas veces les apeteciera, sin que ningún vecino fisgón se enterase de las entradas y salidas del joven amante. Esto tuvo lugar a mediados de 1913 y, a pesar de que el joven Otto residía silenciosamente en el ático de la vivienda, Fred Oesterreich (esposo de Dolly) jamás sospechó nada. Quizás por su desmesurada afición a la bebida, que hacía que a diario cayese rendido en la cama con alguna que otra copa de más, no fue consciente de que sobre su cabeza se encontraba escondido el amante de su esposa.
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Durante las horas en las que el empresario estaba atendiendo su negocio textil, la pareja de amantes dejaban llevar su lujuria y desenfreno. Para pasar sus horas de soledad, durante los momentos en los que el señor de la casa estaba en ella, Otto se dedicaba a escribir relatos, los cuales entregaba a Dolly para que los vendiera a los periódicos locales para que fuesen publicados bajo seudónimo. En 1918 Fred Oesterreich decidió que quería cambiar de casa ya que ansiaba tener una más grande y ostentosa, debido a que sus negocios funcionaban a las mil maravillas. Su esposa para acceder a dicho cambio puso la condición de que la nueva casa debía contar con una buhardilla (para guardar los trastos inservibles, según dijo al esposo).
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Algunas fuentes indican que el motivo del cambio de vivienda por parte del señor Oesterreich era porque andaba asustado pues escuchaba ruidos extraños que provenían del ático, pero es una afirmación que carece de lógica, pues de ser así hubiese subido para averiguar de dónde provenían esos supuestos ruidos y no lo hizo. Y como era de esperar, en la nueva vivienda también se instaló Otto y a lo largo de los siguientes años siguió viéndose y manteniendo fogosas relaciones sexuales con Dolly, quien lo tenía a su absoluta disposición, como si de un esclavo sexual se tratara. Pero todo cambió el 22 de agosto de 1922, fecha en la que Fred y Dolly mantuvieron una fuerte y acalorada discusión que provocó que Otto saliera de su escondite ante el temor de que el marido de su amante pudiera agredirla. Otto cogió un arma de fuego del propio Fred y, tras amenazarlo para que dejara en paz a la mujer, se enzarzaron en una pelea en la que acabó disparándole y acabando con su vida.
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