Una casa de madera es arrastrada por un alud de lodo y queda atascada en un puente. La casa logra durante unos preciosos minutos bloquear la salida del lodo hasta una caída de agua que lleva a la playa de Punta Hermosa, en Lima. De entre las maderas, que antes de ser arrastradas por la avalancha eran una cuadra de cerdos, emerge una mujer marrón: Evangelina Chamorro. Detrás de ella, una de sus vacas también resiste sin emitir un solo mugido. Su largo cabello, pesado por el lodo, se engancha en las maderas, pero Evangelina logra ponerse en pie. Despacio, sin gritos, sin aspavientos, camina sobre las maderas que flotan en el lodo hasta llegar casi a la orilla. Hace un
amago de saludo con su mano, como diciendo "aquí estoy". Resbala y cae a tan solo un metro de salvarse. Vuelve a levantarse, estira su brazo, agarra una de las manos que luchan por alcanzarla y, ahora sí, sabiéndose a salvo, se derrumba.
amago de saludo con su mano, como diciendo "aquí estoy". Resbala y cae a tan solo un metro de salvarse. Vuelve a levantarse, estira su brazo, agarra una de las manos que luchan por alcanzarla y, ahora sí, sabiéndose a salvo, se derrumba.
EL MUNDO hizo el recorrido a la inversa de este huaico (de wayku, en quechua "quebrada", flujos de lodo muy destructivos) y llegó hasta lo que fue la granja de Evangelina. Ella, y su marido, también arrastrado por la avalancha, vivían junto a sus dos hijas de 5 y 10 años en una precaria vivienda de madera construida en el mismo cauce del conocido como Río Seco, a 2 kilómetros del lugar en el que emergió del lodo. Como 50 familias de este asentamiento humano ilegal conocido como Nueva Navarra, criaban en este río, durante décadas seco, vacas, cerdos y aves de corral. Compraron sus parcelas a traficantes de terrenos y se endeudaron con el banco para poder pagar. Al resto de sus vecinos, les dio tiempo a salir antes del huaico. Pero a Evangelina no. Lo primero que preguntó al ser trasladada al hospital fue por sus dos hijas, que en el momento en el que el barro se llevó todo, estaban por suerte en el colegio. "Pensé en mis hijas y en Dios", dijo en el hospital tras describir que cuatro veces se hundió en el lodo. Evangelina es no solo símbolo de resistencia ante un repentino fenómeno de El Niño Costero, el más difícil de predecir y cuya última versión con registro en Perú es la de 1925, sino también de la precariedad en la que viven miles de familias peruanas en Asentamientos Humanos que se edificaron en cauces secos y zonas de desborde.
En el último parte oficial, desde diciembre este fenómeno climático ha causado 69 muertos, 12 desaparecidos, 170 heridos y 70 mil damnificados.Este Niño Costero, diferente al más estudiado Niño Global, se produce por el calentamiento de hasta 5 grados de la franja costera del Pacífico paralela a Perú y desencadena fuertes lluvias en la desértica costa norte y central peruana. En estos días de marzo, demuestra su máxima virulencia. Las lluvias activan quebradas secas durante décadas y huaicos desembocan en el centro histórico de ciudades como Trujillo, donde colapsó un cementerio y los ciudadanos han difundido fotos con osamentas humanas en las calles. . Las ciudades del norte del país como Piura y Tumbes sufren fuertes inundaciones. En Lima el desborde del río Rímac y el Huaycoloro tienen anegados asentamientos humanos completos. Paradójicamente, las avalanchas de agua impiden a la planta de Lima potabilizar el agua por la densidad del barro que trae y la capital sufre fuertes restricciones en el servicio.
El fin de semana, las colas en hidrantes o tomas de agua, pero también en lugares de donación para los damnificados, se han convertido en parte de la normalidad en Lima."Entre ser pesimista o tener esperanza, escojo lo segundo", dijo el presidente Pedro Pablo Kuczynski este fin de semana al diario El Comercio sobre la emergencia por lluvias que sufre el país. El reto ahora es la atención de los damnificados. En Lima, comienzan a organizarse campamentos temporales y a planear la reubicación de la población damnificada para evitar que reconstruyan sus viviendas en el mismo lugar del desastre, como ha ocurrido siempre tras los cíclicos fenómenos de El Niño. Evangelina ha declarado desde el hospital que no quiere volver al lugar en el que estuvo su casa y que empezará de nuevo. De nuevo, la joven mujer es un ejemplo para el resto de damnificados. Un símbolo de la reconstrucción para que no se repita la tragedia.
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