Cuando el gobierno de la Alemania comunista fijó una rueda de prensa para el 9 de noviembre de 1989, nadie esperaba que, tan solo cuatro horas después, multitudes de personas pasarían la frontera hacia el oeste de Berlín. Fue ese acto informativo el que precipitó la caída del Muro de Berlín, uno de los hitos del siglo XX con el que se logró la reunificación germana. Hoy, 27 años después, Berlín es actualmente una ciudad cosmopolita y muy distinta a aquella brutalmente partida en dos durante casi tres décadas.
La confusión histórica que precipitó la caída del Muro de Berlín tuvo dos protagonistas, el portavoz alemán Günter Schabowski, miembro del Politbüro de la RDA, y, sobre todo, el periodista Riccardo Ehrman, corresponsal de la agencia italiana Ansa. Los prolegómenos de la trascendental rueda de prensa habría que buscarlos en la cada vez más creciente demanda de libertad y democracia en la RDA, que había llevado a miles de alemanes del este a huir a occidente a través de Hungría, Polonia y Checoslovaquia. A lo largo de septiembre y octubre se suceden manifestaciones en Leipzig y en otras localidades alemanas en las que los concentrados clamaban Wir sind das Volk! (¡Nosotros somos el pueblo!). Medio millón protestaron en la céntrica Alexander Platz de Berlín oriental el 4 de noviembre contra lo que calificaban un sistema opresor y sin perspectivas.
La presión sobre la RDA se hizo insostenible. Erich Honecker, líder de la Alemania comunista, renunció el 18 de octubre y, en un intento de calmar los ánimos, el gobierno comunista diseñó una nueva ley para dar permisos de viaje al exterior sin condiciones previas que, en principio, entraría en vigor el 10 de noviembre. Pero la supuesta solución terminó precipitando los hechos en cuestión de horas. En medio de una rueda de prensa ya histórica, convocada por el gobierno comunista para explicar la nueva norma, Riccardo Ehrman, quiso indagar más y repreguntó cuándo sería efectiva la ley. Lo que siguió forma ya parte historia. Schabowski, contrariado, rebuscó en sus papeles sin encontrar la fecha correcta e improvisó: «De inmediato». «Creo que fui el único que realmente entendió en ese momento lo que ocurría», cuenta Ehrman, que hoy tiene 84 años. «Salí de inmediato y mandé un teletipo a la central en Roma diciendo: 'Cayó el Muro'. Mis colegas pensaron: 'Riccardo se volvió loco'».
Primeras personas cruzando el muro
Pero Erhman no estaba loco. La escena hizo que miles de personas se congregaran espontáneamente ante puestos fronterizos de Berlín. Antes de la medianoche, las autoridades no tuvieron más remedio que abrirles el paso. El Muro que había separado Berlín y el mundo durante casi tres décadas se había derrumbado gracias a un gran malentendido, cinco horas de vértigo y miles de personas sedientas de libertad. «Que se dieran al mismo tiempo todos los factores que llevaron a la caída del Muro fue un golpe de suerte increíble», resumió el director de la Fundación del Muro de Berlín, Axel Klausmeier, al comentar las circunstancias que llevaron al final del gran símbolo del mundo bipolar de la Guerra Fría.
Tras la rueda de prensa todo se precipitó en una intensa jornada. El Muro de Berlín vivía sus última horas. Esta es la cronología:
- 19:04 horas: La agencia Dpa envía un teletipo urgente anunciando: «Los ciudadanos de la RDA pueden emigrar por todos los pasos fronterizos de forma directa y desde este momento».
- 20:00 horas: El informativo de la cadena pública ARD comienza con este titular: «La RDA abre sus fronteras». El Parlamento de la Alemania occidental interrumpe su sesión. En la RDA, el comité central del partido único SED termina una reunión sin percatarse de lo ocurrido en la rueda de prensa de Schabowski.
- 21:20 horas: Miles de personas que fueron saliendo a la calle ya desde la conferencia de Schabowski se reúnen ante el paso fronterizo de la calle Bornholmer. Sin órdenes claras y sorprendida por la situación, la guardia fronteriza permite a algunos pasar al oeste invalidando su pasaporte, una «expatriación» de facto. Los primeros berlineses del este cruzan el Muro y son recibidos en el oeste con lágrimas y abrazos.
- 21:34 horas: El presidente de Estados Unidos, George Bush, reacciona con prudencia a las noticias que llegan de Berlín. En una rueda de prensa se muestra «encantado», pero responde meditativo y cauto.
- 23:00 horas: Aumenta la presión en el cruce de la calle Bornholmer, donde miles de personas gritan: «¡Abajo el Muro!». Sin disparar un tiro, los oficiales del cruce abren las barreras y suspenden los controles. En los 45 minutos siguientes cruzan al oeste alrededor de 20.000 ciudadanos de la RDA.
- 23:50 horas: El canciller alemán, Helmut Kohl, ofrece una rueda de prensa durante su visita a Varsovia y anuncia que interrumpe su viaje a Polonia. Al día siguiente vuela a Berlín.
- 00:02 horas del 10 de novuiembre: El informe de situación de la policía de la RDA señala que los ocho pasos fronterizos de Berlín están abiertos.
- Desde la 1:00: Miles de berlineses del este y el oeste se unen ante la emblemática Puerta de Brandeburgo y trepan al Muro. Otros bailan y celebran en las cercanías. La policía de los dos Berlines vuelve a cerrar el acceso hacia las 3:30 horas.
- 8:00 horas: La RDA comienza a emitir permisos o visados para los viajes al oeste. Hasta el 11 de noviembre a las 13:00 horas se entregan 2,7 millones de visados.
- 9:30 horas: El alcalde de Berlín, Walter Momper, pronuncia un discurso en Bonn, capital de la Alemania occidental, en el que resume la sensación que recorre todo el país: «Anoche el pueblo alemán fue el pueblo más feliz del mundo».
La caída del Muro de Berlín tuvo muchos protagonistas, tantos como todas esas miles de personas que no dudaron en presentarse ante la frontera que dividió Alemania durante más de 28 años para participar en el acontecimiento histórico. Uno de ellos es Harald Jäguer, el hombre que dio la orden in situ de abrir la barrera que provocó la caída del muro de Berlín. Harald Jäguer, que en la actualidad tiene 71 años y reside en un pueblo gris del norte de Berlín, trabajaba en aquel momento en la policía de fronteras de RDA «desde hacía 28 años» como adjunto al mando del puesto fronterizo de Bornholmer Strasse, estaba adscrito a la Stasi, la policía política. «¡Abran la barrera!» fueron las palabras pronunciadas por Harald Jäger en medio del pánico que se había generado tras el anuncio en una rueda de prensa que cambió el mundo.
«No fui yo quien abrió el muro de Berlín», dice. «Fueron los ciudadanos del Este alemán que se concentraron allí aquella noche», afirma. «Mi único mérito fue que aquello ocurriera sin que se derramase una sola gota de sangre», aclara. Recuerda que cuando escuchó por televisión a un dirigente comunista autorizar los viajes para los alemanes del Este no se lo creía. Tras consultar que hacer con un superior, que le recriminó que lo llamase por «semejante estupidez» y le ordenó que mandase a la gente volver a sus casas si no tenían la autorización necesaria para cruzar la frontera, se dirigió al puesto limítrofe de Bornholmer Strasse, donde una multitud ya gritaba «¡Déjennos salir!».
«¡Jäger, no tengo ninguna orden de arriba! ¡No tengo órdenes para darte!», le respondió su superior de tras llamarle de nuevo, mientras la gente no paraba de llegar y estaba cada vez más nerviosa. Recuerda una sensación de tremenda soledad, la que sintió en aquel momento. Temiendo que hubiese una avalancha de pánico a los pies del muro de Berlín, decidió actuar. «Poco importa lo que pueda ocurrir, debemos dejar a los ciudadanos alemanes del Este cruzar la frontera», recuerda. Y fue así como «hacia las 23.25 o 23.30 horas» ordenó a sus hombres: «¡Abran la barrera!». Aún emocionado al rememorarlo es consciente de que la barrera blanca y roja que se abrió lentamente en medio de la noche helada para dejar pasar a una marea humana incontenible marcó el final de un mundo partido en dos desde la Segunda Guerra Mundial. «Nunca había visto tanta euforia, y desde entonces no volví a ver algo igual», sonríe.
Estaban en el mismo lugar que Harald Jäguer y aún sin conocerse, sus vidas estarán unidas para siempre como protagonistas de la historia reciente europea y mundial. Una noche histórica que ninguno de ellos olvidará jamás. El fotógrafo Aram Radomski y el defensor de los derechos humanos de la entonces República Democrática Alemana (RDA) Siegbert Schefke fueron los primeros berlineses del este en cruzar al otro lado sin necesidad de permiso alguno hace ya 25 años tras la caída del muro de Berlín. Cuando el miembro del Politburó Günter Schabowski salió en la televisión de la RDA diciendo que los ciudadanos orientales podían cruzar «de inmediato», Radomski y Schefke no lo dudaron y salieron disparados a uno de los puestos fronterizos. «Yo vi las imágenes de la rueda de prensa mientras cenaba y tuve claro que debíamos ir en ese momento a la frontera», recuerda el fotógrafo berlinés. Cuando su amigo Schefke llegó a su casa se dirigieron a la Bornholmer Strasse, que pasaría a la historia por ser el primer control en abrir sus puertas.
Una vez allí, Radomski gritó a los guardias fronterizos: «Díganme, ¿es verdad que a partir de ahora se puede cruzar la frontera de la RDA con un documento de identidad válido?». En un primer momento los soldados no reaccionaron, pero Radomski decidió entonces dirigirse al oficial en servicio, el teniente coronel Harald Jäger. «Schabowski dijo de inmediato», le recordó. El oficial despareció y cuando regresó después de 15 minutos dijo: «Quien lo desee puede hacerlo ahora».
La reja se abrió y Radomski y Schefke mostraron sus documentos de identidad y fueron sellados. Los dos fueron los primeros ciudadanos del este en cruzar esa noche al otro lado sin visado. «De repente caminamos por ese inhóspito puente y llegamos a Wedding. Era igual de desolador que el este. Allí pensé: bien, esto es el oeste». «A pesar de que pudimos atravesar el puente, tenía la sensación de que en cualquier momento la calle iba a doblar y que íbamos a estar de nuevo en el este y que detrás de nosotros iba a haber un coche de la policía para llevarnos a prisión», rememora el hoy periodista de televisión. En los primeros momentos, los guardias fronterizos pusieron el sello de expatriación en los pasaportes de los que querían ir al otro lado. «Nuestros pasaportes quedaron invalidados, pero reinaba el Estado de excepción. Todas las leyes habían perdido su vigencia», indica Radomski que regresó a Prezlauer Berg, en el este, de madrugada.
Esa noche los berlineses del este no estaban solos. Cientos de berlineses del oeste acudieron a darles la bienvenida y a apoyarlos para conseguir lo que todos los alemanes llevaban años soñando: derribar el muro de Berlín. Florian Schmidt fue uno de los berlineses del oeste que decidió acudir a la antigua frontera. «Yo estaba sentado en mi pequeño y frío piso cuando mi vecino vino poco después de las siete de ese día para decirnos que el Muro había caído», comenta. «Acabamos llegando a la Puerta de Brandenburgo a través de Unter den Linden. Éramos como 150 o 200 personas allí», indica. «Tenían armas, cañones de agua... como alguien que controla la situación, pero podíamos ver a través de la Puerta de Brandeburgo que ya había cientos de personas sobre el muro de Berlín. Sin embargo, la situación era tensa». Schmidt reconoce que en ese momento no estaba muy seguro de qué hacer. «Entonces una persona comenzó a correr y se produjo una estampida por el lateral de la Puerta de Brandeburgo, pero nosotros decidimos correr a través de la Puerta de Brandeburgo», recuerda. «Creo que fui una de las primeras personas en hacerlo en muchos años. Me acuerdo que estaba gritando mientras la atravesaba. Corrí hacia el muro de Berlín con mucha adrenalina». Para este berlinés del oeste la noche se convirtió en un cúmulo de emociones mientras el champán corría y cantaban. Su imagen encima del Muro junto a otros berlineses acaparó las portadas del día siguiente. «La vida de la ciudad cambió por completo», afirma.
El muro de Berlín simbolizó la división de Alemania y el mundo bipolar de la Guerra Fría durante más de 28 años hasta su caída el 9 de noviembre de 1989. El muro se comenzó a construir el 13 de agosto de 1961, dividiendo a miles de familias que no volverían a verse, la mayoría de ellas, hasta 25 años después. Pasar el muro que separaba Berlín, que medía 155 kilómetros en total y cortó 12 líneas de transporte suburbano y 193 calles, era una tarea casi imposible. Casi 600 personas perdieron la vida intentando cruzar la frontera y el muro de Berlín dejó 138 víctimas mortales confirmadas. La primera de ellas fue Günter Litfin, un joven de 24 años que fue abatido a tiros cuando intentaba regresar a Berlín occidental, donde vivía y trabajaba, apenas 11 días despues de que se levantara el muro de Berlín. Y la última fue Chris Gueffroy, que pereció nueve meses antes de la caída del muro de Berlín. Desde su creación, el muro de Berlín no dejó de reforzarse, en 1989 metía 3,6 metros de altura y contaba con 302 torres de vigilancia (de las que en la actualidad solo se conservan cinco), 11.500 soldados, una valla metálica, una alambrada de púas, cientos de perros adiestrados y protecciones antitanque. Además, solo en Berlín existían ocho controles fronterizos.
Tras 27 años de la caída del muro de Berlín las diferencias entre la Alemania dividida aún existen, tras 28 años separadas por la Guerra Fría. La renta pér cápita de la antigua RDA supone actualmente un 66 % de la del oeste (43 % en 1991) y su nivel de productividad corresponde a tres cuartas partes del nivel del oeste (76 %). Una situación semejante ocurre con la tasa de paro, que aunque se ha reducido desde el 2005 del 18,7 % al 9,4 % aún está lejos del 6 % de la del oeste. La media la suben localidades como Uckermark, con un 14,7 %. Las diferencias en el 25 aniversario de la caída del muro de Berlín aún se constatan en campos como la educación, la investigación o la innovación. Además el este sufre también una pérdida de población a causa de la emigración. Desde el 1990 ha perdido un 13,5 % de la población. También el papel de la mujer sigue siendo diferente. En el oeste 3 de cada 4 mujeres tienen jornada reducida en su centro de trabajo, frente al 46 % de las del este.
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