El 53% de impopularidad de Hillary Clinton y el 67% de impopularidad de
Donald Trump los convierte en la pareja de
candidatos menos respetados desde que el Demócrata Walter Mondale
marcase 49% de negatividad en la campaña de 1984 contra Ronald Reagan y el
Republicano George Bush (padre) marcase 53% de negatividad en 1992 contra Bill
Clinton.
La retórica ofensiva de Trump
y la percepción de corrupción de Hillary son las causas más citadas para
semejante puntuación desfavorable. Ambos candidatos han bajado el estándar de
aceptación a niveles tan bajos que la conclusión pareciera resumirse en la
siguiente ecuación: si Hillary hubiera tenido de adversario final a otro
candidato Republicano que no fuera Trump, posiblemente estaría hundida en las encuestas y sin ninguna posibilidad de ganar. Pero lo mismo funciona del otro lado: si Trump hubiera tenido de adversario final a otro candidato Demócrata que no fuera Hillary, posiblemente no habría ni siquiera necesidad de ir a votar en noviembre. Las encuestas posiblemente lo hubieran sacado del juego desde meses atrás.
candidato Republicano que no fuera Trump, posiblemente estaría hundida en las encuestas y sin ninguna posibilidad de ganar. Pero lo mismo funciona del otro lado: si Trump hubiera tenido de adversario final a otro candidato Demócrata que no fuera Hillary, posiblemente no habría ni siquiera necesidad de ir a votar en noviembre. Las encuestas posiblemente lo hubieran sacado del juego desde meses atrás.
Triste panorama para la
política contemporánea de EE.UU. que en pleno siglo XXI y ante los ojos del
mundo, llevan a la máxima contienda política a un par de auténticos impopulares
que han convertido lo que debió haber sido una batalla de plataformas de altura,
en una patética escogencia del mal menor.
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